domingo, 16 de octubre de 2011

La madre de todas las batallas






Tu oponente se encuentra frente a ti, en los momentos que preceden la batalla el silencio y la concentración mas exigente se apoderan de tu cuerpo, eres consciente de cada poro de tu piel, el sudor corre por tu frente, los ropajes descansan sobre tu musculatura, tu mirada atraviesa el horizonte observando un punto fijo en el espacio. La respiración se torna tranquila, profunda y controlada, aumenta la calma tensa que envuelve el ambiente. Solo son breves segundos antes de asestar el primer golpe, antes de detener el primer ataque, pero son suficientes para alcanzar un estado máximo de armonía entre tu cuerpo tu mente, todo a tu alrededor desaparece, estáis solos tu enemigo y tu.

Tan solo en una fracción de segundo estalla el combate, la respiración contenida se rompe secante, el primer movimiento exige precisión, suavidad ante la potencia del enemigo o la más potente respuesta. Cada movimiento te obliga a exprimir tu cuerpo, a alcanzar lo máximo de ti mismo: fuerza, rapidez, resistencia, precisión, templanza, y la mas alta concentración, la batalla no permite descuidar nada, y sin embargo, cada uno de esos movimientos te merman, te agotan…

El enemigo es el peor posible, te conoce mejor que nadie, sabe cuales son tus puntos flacos, conoce tus virtudes y tus miserias, puede atacarte físicamente y puede abordarte moralmente lastimando algo mas que tu cuerpo. Ya ha vencido antes y puede volver ha hacerlo. Es tu peor enemigo, eres tu mismo.


Esto, es un KATA.  












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